jueves, 26 de abril de 2012

Esta dura madurez.

Llega un punto en la vida en que comienzas a cuestionarte todo, a veces llega en la infancia, otras con la madurez.  Llega un punto en el que comienzas a sentir miedo de convertirte en ti mismo por si no te gustas, por si al hacerlo dañas a los que quieres; convirtiéndote así en alguien sumiso, inútil, dormido, drogado. Envidias a aquellos que son libres y los deseas. Criticas esta sociedad corrompida por unos pequeños granujas egocéntricos llamados seres humanos. Comienzas a odiar todo lo que te rodea y sientes náuseas, porque quieres hacer lo que te plazca, y destruirte junto con el mundo. Quieres volar ayudado por las drogas, el alcohol y el tabaco. Suicidarte lentamente.  Matarte y hacerte un favor porque, ¿para qué? La traición de los amigos, el abandono y burla de tus familiares, las tonterías de los que todavía siguen siendo niños pero que, según el Estado, tienen tu misma edad. MENTIRA. Eso es la vida, sobretodo la infancia, una mentira donde intentan convencerte de que todo irá bien cuando crezcas. Y una mierda. Todo ha ido de mal en peor y, vale, he conocido a personas maravillosas pero ¿para qué?, para perderlas un tiempo después o para que ellas me pierdan a mí en esta competición absurda de autodestrucción.  Tonterías, la vida solo sirve para acabarla, terminar cuanto antes tu presencia en este mundo materialista, donde se le da más importancia a un objeto que a vidas humanas. Esto es madurar, ser engañado inconscientemente por las personas que te quieren en un inútil y estúpido intento para protegerte de lo que ellos vivieron o para volver a engañarse a sí mismos una y otra vez como lo hago yo, confiando en sujetos y dándoles cariño para ver si ellos me salvan de esta tortura. Qué ingenua soy. Si no se pueden salvar a sí mismos de la cita con la Dama, a quien yo espero y deseo hacer mía, y que ellos temen. Pretenden huir lo máximo posible de lo que intentan negar, como hormigas huyendo del rayo de una lupa mortal. Es imposible. Incomprensible. Innato. Estamos aquí para ver como, llegada una cierta edad, muere nuestra esencia. Y con ella, nosotros. 

miércoles, 25 de abril de 2012

Me amaste.

Despierta en tus brazos. Sentía que no era tuya, que no te pertenecía y tu a mi tampoco. Esa noche había soñado con otro cuerpo que no era el tuyo, pero sin dormir, había follado contigo pero sin sentir absolutamente nada. Una lagrima recorrió mi mejilla. Una sola. Una maldita lágrima que no merecías. Injustamente no derramé ninguna más, ni ningún otro fluido de alguna clase. No sentía nada. O eso creía. Mi cabeza volaba en una nube, recorriendo el Universo como si fuera lo más tangible y cercano que tuviera ahora mismo. No me atrevía a nada, quería moverme, gritar, correr y lanzarme al vacío, dejando, en el aire que me abrazaba durante la caída, un millón de recuerdos que habían muerto atrapados en mi, sentimientos cuya existencia ahora dudaba. Ya no sentía nada, ni los susurros de tu aliento y la cálida caricia de tu cama. Ya no estaba. Había volado muy lejos y me encontraba sentada en un suelo tan blanco como una hoja de papel vacía, como mi mente. Deseaba beber, emborracharme y liberarme aun más de todo, de mi misma hasta convertirme en un alma, para confundirme con el cinto sin que nadie lo vea, escondiendome de mi sombra y de ti.  Nunca me sentí tan mal, pero no por mi, sino por ti, contradiciendo esa frase que dicta el final de una relación. Siempre me quisiste y yo, como un zorro astuto, me cobijaba en tu pecho cada vez que me sentía mal, recurriendo el sexo. Echaré de menos, ese momento en el que mis gritos no podían ser reprimidos, esa húmeda libertad que me regalabas. Y tú, con esa estúpida sonrisa me decías te quiero, al que yo hipócritamente respondía. Pensé en tus lágrimas, no en las derramadas, sino en las que ocultarás a partir de ahora, cuando veas que me he ido para que no vuelvas a mi. Esta vez no quería que me encerraras en tu cuerpo, que te entregaras una vez más. Levanté la cabeza y aparecieron tus brazos, caricias y esas infinitas muestras de amor. Me sentía inhumana. Qué digo, Soy inhumana. ¿Quien renunciaría a todo eso, a ti? Pero ya es muy tarde, estas paredes blancas, o transparentes, no lo se; se cierran cada vez más rápido y el miedo aparece. Ahora me doy cuenta de sí te quise, un poco, pero nunca realmente.posiblemente te extrañare, pero no me arrepiento de mi decisión. Es la única manera de ser libre. 

martes, 17 de abril de 2012

Un crimen perfecto.

Hoy me he despertado sudando. Soñé que morías. Un gran escalofrío araño mi espalda. Suspiré, solo un sueño... Por desgracia. Placer. Sudor sexual y un gran vacío al volver a esta absurda realidad. Un intenso olor a fluídos se estregaba por las paredes de la habitación cual sangre desplazándose lentamente en la escena de un crimen. De repente sonreí. Era tu muerte quien causaba esto. Destrozar tu autoestima. Tu cabeza. Descubría un significado necesario al sexo y la muerte en un mismo elemento. La violación. Ese acto siniestro. Tabú. Prohibido. Atractivo. Una escena lésbica. Un sexo magnífico. Un crimen perfecto. Una vida necesariamente robada. Un odio introducido en tu cuerpo como una marca imborrable. Eso es la muerte. Esa bella y silenciosa dama. Esa calavérica guadaña que me ha poseído. Esa necesidad de realizar un trabajo distinto. Esanecesidad de matar.