miércoles, 25 de abril de 2012

Me amaste.

Despierta en tus brazos. Sentía que no era tuya, que no te pertenecía y tu a mi tampoco. Esa noche había soñado con otro cuerpo que no era el tuyo, pero sin dormir, había follado contigo pero sin sentir absolutamente nada. Una lagrima recorrió mi mejilla. Una sola. Una maldita lágrima que no merecías. Injustamente no derramé ninguna más, ni ningún otro fluido de alguna clase. No sentía nada. O eso creía. Mi cabeza volaba en una nube, recorriendo el Universo como si fuera lo más tangible y cercano que tuviera ahora mismo. No me atrevía a nada, quería moverme, gritar, correr y lanzarme al vacío, dejando, en el aire que me abrazaba durante la caída, un millón de recuerdos que habían muerto atrapados en mi, sentimientos cuya existencia ahora dudaba. Ya no sentía nada, ni los susurros de tu aliento y la cálida caricia de tu cama. Ya no estaba. Había volado muy lejos y me encontraba sentada en un suelo tan blanco como una hoja de papel vacía, como mi mente. Deseaba beber, emborracharme y liberarme aun más de todo, de mi misma hasta convertirme en un alma, para confundirme con el cinto sin que nadie lo vea, escondiendome de mi sombra y de ti.  Nunca me sentí tan mal, pero no por mi, sino por ti, contradiciendo esa frase que dicta el final de una relación. Siempre me quisiste y yo, como un zorro astuto, me cobijaba en tu pecho cada vez que me sentía mal, recurriendo el sexo. Echaré de menos, ese momento en el que mis gritos no podían ser reprimidos, esa húmeda libertad que me regalabas. Y tú, con esa estúpida sonrisa me decías te quiero, al que yo hipócritamente respondía. Pensé en tus lágrimas, no en las derramadas, sino en las que ocultarás a partir de ahora, cuando veas que me he ido para que no vuelvas a mi. Esta vez no quería que me encerraras en tu cuerpo, que te entregaras una vez más. Levanté la cabeza y aparecieron tus brazos, caricias y esas infinitas muestras de amor. Me sentía inhumana. Qué digo, Soy inhumana. ¿Quien renunciaría a todo eso, a ti? Pero ya es muy tarde, estas paredes blancas, o transparentes, no lo se; se cierran cada vez más rápido y el miedo aparece. Ahora me doy cuenta de sí te quise, un poco, pero nunca realmente.posiblemente te extrañare, pero no me arrepiento de mi decisión. Es la única manera de ser libre. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario